Comentario
La campaña desatada por Estados Unidos para conseguir apoyo logístico, militar y, sobre todo, moral, para atacar a Irak, se basó en cuatro tipos de argumentos: la inclusión de Irak en el eje del mal y su vinculación a la red terrorista de Al Qaeda; la violación de las resoluciones de la ONU y de sus recomendaciones; la construcción o posesión de armamento de destrucción masiva; la sistemática vulneración de la dictadura iraquí de los derechos humanos y sus matanzas de kurdos y chiíes. Argumentos jurídicos, de seguridad internacional, morales y humanitarios, por tanto, deseables por todos, pero esas razones o no están demostradas o contienen una dosis grande de utilización maniquea que desvirtúan su solidez.
Primero, porque la inclusión de Irak en el Eje del Mal era gratuita. No existe una sola prueba que vincule a Saddam Hussein con los atentados contra las Torres Gemelas. Más aún, las opiniones que se conocen de Al Qaeda sobre Irak son condenatorias contra "ese régimen ateo e impío". Relaciones no se le conocen. Michael Chandler, presidente del Grupo de Vigilancia de la ONU sobre Al Qaeda, no había detectado relación alguna entre Al Qaeda y Saddam Hussein.
Segundo: las resoluciones de la ONU no recaen sobre quienes pertenecen al grupo permanente del Consejo de Seguridad, pues les basta un veto para que no haya resolución. También suelen emplear el veto para proteger a sus amigos.
Dicho esto, fue constatable hasta el otoño de 2002 la violación iraquí de 16 resoluciones. Tras la formulación de la resolución 1.441 y el retorno a Irak de los inspectores de la ONU, se produjo una abierta controversia: Bagdad aseguraba que cumplía la resolución; Washington, Londres, Madrid, Roma y otros opinaron que Saddam se burlaba de ella; Berlín y París juzgaron que "Irak está ahora bajo mayor control que nunca"; los inspectores, estimaron "útiles" sus trabajos.
Además, el celo por el cumplimiento de estas resoluciones provocó cierta estupefacción internacional. Es universal la opinión de que debe exigirse su riguroso respeto a todos, pero eso no ocurre. Estados Unidos ha empleado sistemáticamente su veto para impedir resoluciones contra Israel, pero, a lo largo de 55 años, ha sido inevitable la aprobación de unas cuantas (números 194, 242, 338, 1397, 1402, 1403...) y Tel Aviv no ha cumplido ninguna. El secretario general de la ONU, Kofi Annan, admitió el 24 de septiembre de 2002 que existían "dos pesos y dos medidas", unos para medir a Israel, otros, para tasar a los demás. La declaración se hizo mientras se trataba de las violaciones iraquíes de sus resoluciones. Allí se denunció que Irak había vulnerado 16 resoluciones, mientras que Israel había incumplido las 28 adoptadas por el Consejo de Seguridad sobre los Territorios Ocupados.
Tercero, el principal incumplimiento iraquí se referiría a la construcción o posesión de las armas de destrucción masiva, es decir: atómicas, bacteriológicas y químicas. Las pretensiones nucleares de Irak parecen seguras, pero se calcula que no podría tener una bomba atómica antes de 2008. Para que se observe el maniqueísmo, debe decirse que en los arsenales nucleares de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad hay más de 20.000 bombas. Aparte, existe cerca de otro millar: India y Pakistán cuentan con más de un centenar cada uno, cifra que ya tenía Israel hace 16 años, cuando el técnico israelí Mordechai Vanunu desveló el secreto de Dimona. Es probable que Corea también posea ingenios atómicos.
Los posibles arsenales químicos y bacteriológicos iraquíes de los años ochenta están caducados, según los técnicos. Scott Ritter, ex-jefe de los inspectores de la ONU, ha asegurado, por ejemplo, que el antrax líquido tiene una supervivencia de cinco años y que la planta que lo fabricaba dejó de funcionar en 1991, siendo desmantelada por los expertos de la ONU en 1996. Era posible que Irak hubiera renovado y mantuviera escondido alguno de estos productos, pero ¿es ese un motivo para atacarle? No parece razonable, cuando son numerosos los países avanzados que poseen ese tipo de agentes y en cantidades astronómicas. Ante esto, quienes apoyaron la guerra argumentaron que, en el caso de Saddam, no sólo los tenía, sino que, además, los había utilizado. ¿Y los demás no los han empleado? Precisamente, quienes más las han usado son las superpotencias: Estados Unidos, sobre Japón y Vietnam, la URSS en Afganistán, por no hablar de cosas ya tan antiguas como los gases de la Gran Guerra (1914-18) o, lo más nuevo y bajo sospecha, la munición de uranio empobrecido. Por cierto, el senador Edward Kennedy advirtió que Bush contemplaba la posibilidad de utilizar bombas atómicas sobre Irak.